May 26, 2005 - Hospitalidad iraní...

Una de las cosas más famosas, a priori, de Irán es la hospitalidad de sus gentes hacia el viajero, quien puede sentir miedo inicialmente muchas veces por prejuicios, desconocimiento o simplemente precaución ante la desinteresada amabilidad de los lugareños.

Lo que está claro es que si uno se cierra en banda a dicha hospitalidad, o mejor dicho, a la posibilidad de la hospitalidad, ésta nunca aparecerá. Y como tampoco es plan estar en un país hospitalario con una actitud no receptiva, pues decidí ser abierto, pero precavido, ante posibles ofrecimientos.
Inicialmente, los primeros días la hospitalidad se reducía a tomar unos tés, con el zapatero al que uno paraba a ver como trabajaba, con el panadero que duro laboraba y, por supuesto, con el vendedor de alfombras, que es el más hospitalario y amigo de todos, por supuesto.

En Teherán, lugar en el que pase cuatro días, parecía el lugar menos indicado por eso de ser una gran ciudad, pero durante el primer día parecía que la tónica general del país se mantenía. La gente te para por la calle a preguntar de dónde eres, que haces, qué piensas del país, del Islam, de qué equipo de fútbol eres, que si tómate un té conmigo y mi amigo el peluquero, yo que sé, esas cosas.

Así que cuando llegó una invitación un poco mas seria, no me sorprendió tanto, pero me dejó un poco indeciso.

Iba yo en el taxi compartido de regreso de la embajada de Turkmenistán, y mi destino era la ultima parada. Poco a poco el resto de viajeros bajaron en sus paradas (o bueno, donde les daba la gana) hasta que me quede con el conductor. Parecía joven y buena persona, y empezó a hablar conmigo, en un inglés, digamos, un poco escaso. Que de donde era, que hacia, que si el normalmente no era taxista, que si tal y cual... tal era su amabilidad que quiso compartir con su padre mi conocimiento porque él hablaba mejor inglés que él según me dijo. Y efectivamente, el padre podía encadenar dos frases seguidas mas o menos inteligibles.

Y bueno, llego el momento de la verdad, el momento que todo turista abierto espera oír en Irán: "Vente a cenar con nosotros". Me tranquilizó bastante su ofrecimiento al decir que fuésemos a un restaurante así que no habría problemas, al estar en publico. Pero como aun estaba reticente le pedí su teléfono y le dije que ese día me venía mal y que ya le llamaría. Como hice. A los dos días hable con él y me dijo que me pasaban a buscar a las 8 por mi hotel.
Vino con el joven conductor y con el hermano de éste, ambos los mayores de 4 hermanos, según me dijeron. El trayecto hasta el restaurante fue ameno porque hablamos de nuestras familias, del país, de la gente, de los viajes... De repente llegamos. Y me di cuenta donde íbamos... Al Hotel Intercontinental, uno de los mejores de la ciudad... Y no a un restaurante cualquiera sino a uno en un piso 25, con vistas deslumbrantes... porque eso parecía que era lo que quería, deslumbrarme...

(Nota: el restaurante era chino... ya podían haber elegido un buen iraní... en fin, quería enseñarme que era hombre de mundo...)

Bueno, según ordenó la comida el tema de conversación trivial cambió un poco de tema... me empezó a hablar de él, de como vivió en Marruecos 3 meses y en Japón 2 años (??) de que ahora es un empresario al que le van bien las cosas con sus negocios de compraventa de pisos (aquí también es un buen negocio...), de como le gusta Europa (me lo va a pedir)... y de que, mira por donde, el país que más le gusta es España. Pero no para ver los partidos de fútbol, sino para visitar... (me lo va a pedir...) y entonces me comenta que para los iraníes no es fácil obtener un visado, que para los europeos sí porque no tienen que ser invitados (ahí ahí... seguro que me lo pide) pero que para los iraníes, desgraciadamente, las autoridades entre otras cosas piden que sean invitados por alguna empresa o persona en España... y que le gustaría mucho si yo pudiese ayudarle con esta carta para poder ir con su hijo un mes de vacaciones a nuestro país (lo sabía. Me lo pidió...).

La situación entonces se volvió incómoda, por lo menos para mí. Por un lado piensas que, efectivamente, es muy injusto que a nosotros no se nos pida apenas nada para obtener una visa de turismo para visitar muchos países y que por otro lado la inversa no funciona, pidiéndoles siempre papeles, registros, información privada y por ultimo una carta de invitación personal... Es injusto que algo artificial como las fronteras impida a la gente viajar, sobre todo en una dirección, normalmente. Pero por otro lado lo que ese señor estaba haciendo era sobornarme con una buena cena, ponerme en un compromiso a sabiendas, para que no pudiese rechazar dicha solicitud.

Salí como pude de la situación dando largas, pero con la decisión tomada, sintiéndolo mucho, de no poder ayudarle. No conozco las implicaciones que dicha carta pudiera tener sobre mi persona, pero, desde luego, no es razonable mojarse por una persona que no se conoce más que por una cena, que además ha sido preparada y premeditada para eso, no como símbolo de hospitalidad desinteresada.

Prometí, al ser devuelto a mi hotel, llamarle al día siguiente para ver si podía ir a la embajada (!!!) con él al día siguiente, cosa que hice, pero simplemente para darle las gracias por la cena exquisita de la noche anterior (que se me atragantó) y para decirle que me iba de la ciudad en unas horas (como tenía previsto) con destino a otra ciudad. Yo creo que él entendió el mensaje y yo me quedé tranquilo, si bien pensando en lo injusto del sistema que impide viajar a gente por algo como su nacionalidad.

En cualquier caso, consciente de lo que las grandes ciudades son, llegue a Kashan con la mente abierta y el alma tranquila... y una nueva invitación a pasar a una casa a tomar el té fue aceptada por mí de buen grado, pasando unos de los minutos mas divertidos e interesantes de mi estancia, bebiendo té, comiendo albaricoques y pepinos con sal (!?) con una pequeña y humilde familia, incluida la madre (por cierto, preparó el mejor té de mi estancia en este país) y los vecinos! Y me alegró mucho de haberla tomado, aunque esa sea una simple y primera muestra de que normalmente la amabilidad de esta gente es genuina, mezcla de curiosidad y respeto por el viajero que ha decidido honrarles visitando su país, lejos de prejuicios, ideologías o políticas.

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