Jul
22, 2005 - Khorog,
by plane, luckily?
Y
tú que harías si te dan la opción: 25 horas de coche para recorrer 580 kilómetros
o una hora de avión, volando entre las montanas, rozando los picos con el
ala, aterrizando en el valle, donde parece que no hay sitio?
Pues
va y nosotros tomamos la segunda. Y lo que costo... Parece fácil comprar un
billete de avión, no? Vas al aeropuerto, a una taquilla, dices tu destino,
pagas y te vas con tu billete a casita, a esperar al día siguiente, el vuelo.
Pues
aquí, obviamente, no podía funcionar así. Para empezar porque el vuelo
Dushanbe - Khorog se decide día a día el volar o no. Depende del tiempo.
Volamos entre montanas, entre valles, entre picos de 6000 metros. A cualquier
viento malo o nube rebelde, el avión no despega. O lo que es peor, si estiman
que el número de viajeros de regreso no es el suficiente para llenarlo, no
volara... a no ser que todos los viajeros que deseen el vuelo de ida compren
un ida y vuelta, con lo cual el vuelo se amortiza! Resultado: los billetes se
venden el mismo día. Buen sistema, no?
Muy
fácil hubiese sido dar números a los que llegan antes (a partir de las 6 de
la mañana, a la vez que nosotros, llegaba la gente) para organizar un poco.
Pero no. Esto es Tajikistan. Aquí quien más empuje se lleva el billete. A no
ser que pase un pasaporte con un dinerito dentro para facilitar las cosas. Asi
va todo aquí. Y bueno, cuando hay un tumulto de 30-40 personas peleando por
el billete, pasando pasaportes con dinerito y demás, gritando en ruso o
tajiko, los últimos que se llevan el billete son los incautos turistas. Asi
que el primer vuelo sale a las 7 y nos quedamos en tierra.
Pero
el que la sigue la consigue. Hay rumores de otro vuelo. Esperamos 3 horas a la
confirmación. Y mientras todos nos agolpábamos en la caja numero 5, Anna se
paseó por la 4, donde una amable azafata, apiadándose de nosotros, nos vendió
el billete... a nosotros dos, y solo quedaban dos más. Según nos pareció
entender, en ruso... 6 horas y lo conseguimos. Tenemos nuestros billetes (para
el día siguiente), y lo mejor de todo, sin saber ni como ni porque. Al igual
que toda la mañana, que no nos enteramos de nada.
El
check in, al día siguiente, absolutamente igual. Nada de una cola ordenada ni
cosas así, hubiese sido demasiado fácil. Empellones, empujones, a ver quien
pasa el billete antes, a ver quien pesa la maleta primero, a ver quien grita más
(eso, desde luego, la azafata, que por poco no pega a un cliente, la vieja
escuela rusa!) Hay dos aviones, resulta. Embarcamos, después de dos horas de
empellones, en el segundo. Parece que no hay overbooking. Increíble pero
cierto. 32 plazas en un Yak 40, sí sí, un Yak 40. Como para ser español y
estar tranquilo volando en ese avión.
Pero
vuela alto y bien. Y poco a poco vamos llegando a las montanas. A la derecha
el Hindu Kursh (y Afganistan). A la izquierda los Pamires (Tajikistan) y
pasamos entre picos de cinco mil metros, y seis mil, nevados, congelados,
pelados. Alguna aldea a lo lejos se ve, ríos furiosos por los valles. El
verde da paso a las montanas peladas, desérticas características de la zona.
Colores rojizos y grisáceos. Y mucha nieve en los picos. Nieves perpetuas,
claro, porque si en agosto no se han derretido todavía...
Y
el aterrizaje es lo prometido, entre picos, a lo largo del valle, rozando en
algún giro con el ala la montaña (sin exagerar mucho, la verdad) y entramos
poco a poco siguiendo el lecho del río, hasta aterrizar en una pista
improvisada en la orilla del río, sorprendentemente. Y respiramos tranquilos
(yo por lo menos) pues tras dos días de luchas y esperas y tensión y poco
sueño llegamos a nuestro destino, Khorog, para emprender el cruce de los
Pamires, esta vez por tierra...
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