Oct
1, 2005 - Tibet, parte 1
TIBET.
Que lejos sonaba eso cuando yo leía mis Tintines... "Tintín en el
Tibet" y veía en el a los monjes en sus túnicas carmesí, los yaks
pastando entre las nieves, las extrañas indumentarias de la gente... e
incluso al Yeti, el misterioso y mítico animal.
Pues
bien, ahí que hemos estado y eso hemos visto (salvo el yeti, vaya) En el
Tibet. Pero con mis pantalones largos, botas y forro polar, pues eso esta a
mas de 4.000 metros de altura la mayoría del tiempo. Aunque no hace tanto frió
como parecería, pues el clima es seco y no se mete en los huesos, como en los
pastos de Kyrgystan o los lagos de los Pirineos, sin ir tan lejos en buscar
referencias.
Pues
si, Tibet. O Tibets. Pues hay dos. El político, que corresponde al nombre de
la provincia china. Y el geográfico (y que no se ve en mis mapas, pero si en
vuestros atlas, así que a desempolvarlos!) mucho mayor, el doble, al político,
en el que los extranjeros tenemos tantos problemas y permisos para entrar.
Porque en el político, una vez dentro, se supone que no podemos ir a ningún
sitio solos, salvo por Lhasa, la capital. Al gobierno chino no le gustan los
turistas husmeantes en esa zona tampoco. (China es de los pocos países que
conozco en el que hay regiones prohibidas para los turistas, directamente) así
que pasamos de líos burocráticos y demás, y hemos decidido viajar por el
altiplano tibetano pero sin entrar en Tibet político (ha quedado claro?)
Y
flipamos, yo por lo menos. Y cuando miráis la web parece que el tiempo ha
volado y no hemos avanzado. Pero es cierto. Pues hemos ido, nuevamente, al
culo del mundo, esta vez, del chino. Porque en el país de las
infraestructuras, de los medios, de las grandes autopistas, de los desarrollos
urbanísticos, de la eficiencia y la rapidez, hemos encontrado la región en
el que las carreteras son pistas forestales, las ciudades en las que el agua
corriente no existía o la electricidad funcionaba un día de cada tres y que
para moverse, comunicarse y entenderse daba absolutamente igual hablar ingles
o catalán, solo servia nuestra libreta, nuestra destreza con los numeritos y
las gesticulaciones.
Pero
nos ha encantado. Aunque estemos ahora reventados. Aunque no sabemos si solo
por eso o por la altura, porque el oxigeno falta a cuatro mil metros (y mas a
cinco mil, pero solo en los puertos de montaña hemos estado a esas alturas) y
un paseito se convierte en una verdadera prueba de resistencia física. Y
sicológica, pues derrotados, viejos octogenarios os pasaban sonrientes, y
nosotros con las caras desencajadas, mientras subíamos la montaña...
Y
allí todo fascina. Lo que mas, la gente, claro. Porque algo así no lo había
visto nunca. Hombres toscos, duros, con caras mugrientas, quemadas por el sol
y el viento, con sombreros de vaquero semiocultando el pelo trenzado y
adornado con piedras y huesos y joyas, y con enormes abrigos con forro tipo
piel de tigre atados a la cintura con pañuelos amarillos. Y las mujeres aun más.
Con largas faldas negras y camisas sencillas de seda (con decoraciones anos
60/70) atadas con cinturones de piedras rojas o bolas de plata, y largas
ristras de joyas y adornos que cuelgan de sus enormes trenzas atadas por la
espalda o del cuello o de las manos. Y nuevamente esas caras quemadas y
oscuras.
Y
lo bonito y justo en esta región es que tanto ellos como nosotros alucinamos.
Porque cuando pasamos se paralizan. Y nos observan (otra vez esta sensación!)
como el que ha visto una aparición de rango divino, como poco! Estupefactos,
boquiabiertos pero a la vez muy amables, tranquilos y cercanos. Conscientes,
creo yo, de su propio asombro ante nuestra presencia, sonríen tímidamente y
nos dicen Tashi Delek (Hola) que de la misma manera contestamos... Y se paran
cuando ven que comemos en un restaurante para ver que comemos. O cuando
compramos algo en una tienda para ver lo que es. Y para ver como vestimos,
como hablamos, como reímos, como respiramos! La verdad es que nosotros muchos
turistas no hemos visto en esa zona. Creo que ellos tampoco. Pues algunos
vienen a tocarte y darte la mano. Y según la estrechan su cara se ilumina y
seguro que pueden contar a sus amigos que ese día saludaron y tocaron a un
turista.
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