Oct 4, 2005 - Tibet 2

Y seguimos flipando con las montañas. Enormes, bellas, majestuosas nuevamente. Aunque desde el altiplano todo parece más pequeño, estamos rodeados de cinco miles y seis miles, con roca y nieve. Y glaciares que poco menos que tocamos. Y en el pie de estas moles, nosotros, en campos verdes, pastizales, donde hay pequeños pueblos de adobe, yurtas de pastores tibetanos y yaks, miles de yaks.

Porque el altiplano es verde y rojo y marrón y gris... miles de colores y las nubes que juegan con las sombras y el sol hacen que sea realmente bello, sin apenas vegetación, pero riquísimo en colores. Y vemos poco a poco Tibets diferentes. Uno, inicial, nómada, pastor, sin cultivos y con muchas yurtas (aquí son de lana de yak, las buenas, o de plástico blanco, que lo que se dice abrigar...) y muchos mas yaks (como enormes vacas paticortas de largos pelos y carácter dócil, los bichos más asustadizos que he visto nunca, de hecho) que, como buen animal de rebaño que son, acaban siempre en la tripa de los humanos (ya sea hervido, cocinado o seco y adobado con especias, el aperitivo favorito tibetano!) después de haber prestado sus servicios como animales de carga. Y poco a poco el terreno cambia, y aparecen los ríos (el Yangtse, el río amarillo, nace aquí, el otro día lo cruzamos, pero de noche...) y el nomadismo da paso al sedentarismo, a los pequeños pueblos agricultores, que aprovechan como pueden las riberas de los ríos para cultivar. Y aparecen árboles frutales, y se respira otro nuevo Tibet.

Y encontramos los pequeños pueblos que buscábamos. Donde esta la tranquilidad, la sencillez, lo autentico, lo viejo y lo nuevo, pero sin la influencia china. Pequeños pueblos de casas de adobe, de dos pisos (el de abajo granero y establo, el de arriba la casa) bella y sobriamente decorados, calles sin asfaltar, gente tranquila y reposada que nos invita a entrar, a tomar té con leche de yak (y sal!) y sampa (una bomba, especie de mantecado hecho a base de harina, mucha mantequilla de yak, té y azúcar) y aprovechamos para ver como viven. Apenas una habitación con una mesa baja (comen sentados sobre colchonetas) y la habitación de dormir. Y cocina de carbón. Pero por lo menos con electricidad, que esto no es Tajikistan. Y el baño fuera, que apenas huele (será por el frío o porque mezclan los excrementos con cenizas?) Y vemos unas antenas parabólicas de cristal (?) y pensamos que qué tecnología más moderna y que luego descubrimos que usan para calentar el agua... nosotros, los de ciudad a veces tenemos unas cosas...

Y claro, en casi todos los pueblos, los templos budistas. Y los monjes. Y los peregrinos. Y la fe y las interesantes tradiciones unidas a la religión... Claro que muchos templos que hemos visto son reconstruidos, pues tras la llamada revolución cultural, muchos fueron destruidos y los monjes enviados de cultivar la fe a cultivar los campos, algo mucho más lucrativo para el sistema comunista chino, sin duda. Y los nuevos no tienen carácter. Son fríos, sin vida, sin espíritu. Pero hay muchos que ha valido la pena visitar. Y en alguno nos han invitado a unirnos a sus rezos, todos los monjes en una sala, cien o doscientos, repitiendo sentados durante hora y media la para nosotros misma oración, una vez tras otra, repetitivamente, sin apenas pausa, como quien quiere entrar en trance. Y beben té y comen sampa, y allí sentados siguen repitiendo el rezo. Y en otro nos invitaron a comer en el patio con ellos (yogurt y pan, muy nutritiva esa comida, si señor) Y en otro un monje de 23 anos nos invito a entrar en su casa, y nos sirvió té y nos medio entendimos, contándonos cosas de nosotros. Y en muchos nos abrieron las puertas de los templos para mostrarnos los enormes budas, rodeados de colores rojos, telas colgando de ácidos colores, pinturas, ofrendas y miles de velas (a base de mantequilla de yak, que además de aguantar mucho, no echa humo) Y fotos de Lamas y alguna, medio escondida, del actual Dalai Lama, exiliado en la India.

Aunque la pena del Tibet es que la comida se simplifica. Eso es lo que tiene la pobreza (y en eso los chinos se salvan) Y pasamos a comer carne de yak (hervida, frita, cruda o con una salsilla) tomar tes salados o con leche de yak y nos llenamos con unas tortas de pan frito con unas hierbecitas para dar sabor, mojado en una sopa de tallarines de gelatina negros que flotan en una salsa de soja y vinagre. De desayuno (y de comida y de cena, que aquí comen lo mismo siempre) también tenemos los momo, unos dumplings de pan hechos al vapor, rellenos de... yak (suerte que nos gusta, que si no...) Y otras de cosas que son llenar por llenar pasamos, como de la sampa, el mantecado ese que os comente, que tampoco es plan ir sufriendo con la comida.

Y da pena "volver" a China, porque el Tibet es, sin duda, lo más bello, salvaje y natural que hemos visto en este país. Claro que hasta hace unos decenios era una país independiente que no tenía nada que ver con los chinos... será por eso. Y Tibet queda apuntado en la "Lista de sitios a los que tengo que volver a venir algún día".

 

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