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Dec 2005 - Filipinas Parte 1 Y
como pasa el tiempo y ya estamos en navidades, como quien dice. Y que no es
plan quedarse mucho mas tiempo por aquí, así que como esa marca de turrones
de cuyo nombre no me quiero acordar, volvemos a casa por navidad. Un poco
antes en realidad, exactamente el sábado 17 de diciembre. Yo aterrizo en
Barajas, Anna en El Prat. Y a partir de ahí visitaremos muy a menudo los
aeropuertos, estaciones de tren y de autobuses, para seguir con la mayor
normalidad posible nuestra relación. El
caso es que por aquí nos sentimos ya en navidad. Filipinas y los filipinos en
particular son gente muy religiosa y todos tienen colgados de sus casas
decenas de luces de colores y abetos llenos de adornos, como en ... EEUU!! no
nos engañemos, que aquí la influencia española se borra a marchas forzadas.
Y además me huelo, aunque no lo he preguntado, que aquí no llegan los Reyes
Magos, sino Papa Noel. Y eso aunque hayamos visto decenas de pesebres en las
calles y plazas (aunque no hemos tenido tiempo de ver si Baltasar es negro o
no). Aquí, en Filipinas, prefieren mirar al otro lado del Pacifico para
buscar referencias culturales, como si no tuvieran con las suyas suficientes! En
fin, que estamos disfrutando muchísimo Filipinas. Tal vez porque es como el
sprint final e inconscientemente estamos intentando sacarle el máximo jugo al
viaje, las ultimas gotas de néctar a este viaje único que ya toca a su
fin... O tal vez porque Filipinas mola. Mola
porque lejos de la imagen que tenemos en España de país de playas y sol, por
ahora apenas hemos pisado una playa y el sol ha brillado por su ausencia: dos
semanas de lluvia casi non stop. Un conazo. Y oímos que por el sur de Manila
inundaciones, no me extraña. La
primera semana ajetreada en el norte del país (en la isla de Luzón) de rollo
montaña. Estuvimos disfrutando nuevamente de velocidades punta de 20 kilómetros
hora en transportes públicos abarrotados, hoteles de no mas de 3 dólares por
cabeza (y por supuesto con ducha estilo cubos de agua, y fría!) y muchas
caras de sorpresa entre la población local (aunque no éramos, ni mucho
menos, los únicos guiris). Primera
parada fue Vigan, una ciudad de ambiente mexicano, con edificios coloniales,
catedrales como Dios manda (nunca mejor dicho) y calesas tiradas por caballos,
además de cientos de polucionadores triciclos (taxi-motos con sidecars en las
que la gente se desplaza por la ciudad) Solo que aquí nadie habla español, y
que raro parece, pues todos se llaman Gloria Fernández o Inocencio Magallan y
nombres así. Estuvimos luego en Segada, viendo como secan en mojama a los
muertos (como bien apunto mi tío, curiosa descripción) colgando sus ataúdes
de acantilados (cuidado, solo unos pocos, pero los suficientes para que vengan
los turistas) y paseando por sus montanas llenos de pinos cual montaña de
España. Luego las bellas terrazas para el cultivo del arroz de Banaue y
sobretodo Batad, construidas hace mas de dos mil anos, en mitad de las
montanas, desafiando la jungla y las pendientes. Mágicas, sobre todo entre la
niebla y la lluvia que aparecía y desaparecía en cosa de segundos (suerte de
chubasqueros!). Allí hicimos un día de treking (vaya, un par de horitas, que
tampoco es plan cansarse) por las montanas, en mitad de la jungla, casi
pasando frío y disfrutando enormemente. |